Catar un vino puede requerir de años de práctica, incluso para los sommeliers, quienes son expertos en realizar dicha tarea. En ocasiones si la persona que se dispone a hacerlo, no se encuentra concentrada, se corre el riesgo de que sus emociones se vean involucradas y no haya una degustación efectiva.
Sin embargo, para quienes les gustaría profundizar en el tema, como a ti, existen técnicas sencillas que te pueden ayudar a degustar un vino.
Comencemos por conocer el significado de la palabra catar, que según la RAE (Real Academia de la Lengua Española) representa probar, gustar algo para examinar su sabor o sazón.
De esta forma, al catar un vino se busca adentrarse en su sabor para lograr disfrutar con mayor placer de esta bebida, aunque según los expertos, también se requiere de buena memoria para recordar los diferentes olores y sabores.
Hay 4 sentidos que intervienen al degustar un vino:
1. El tacto. La experiencia comienza sosteniendo por el tallo o pie una copa de degustación (la clásica en forma de tulipa) limpia y sin ningún tipo de olor, la cual debe contener vino a solo un tercio de esta.
Evita tomar la copa por el cáliz porque tus manos pueden elevar la temperatura de la bebida y con ello afectar la degustación.
2. La vista. Una buena luz acompañada de un fondo blanco con la copa inclinada a 45° será la clave para observar a detalle las diferentes tonalidades del vino, con ello podrás apreciar su edad.
Si se trata de catar un vino tinto, los colores más vivos (rojo-violeta) indican un vino joven, mientras que los tonos apagados (transparente-naranja) corresponden a uno viejo.
Por otro lado, para degustar un vino blanco, los matices brillantes que reflejan dorados verdosos muestran la juventud de la bebida y los dorados marrones que se ven apagados representan una edad mayor.
3. El olfato. Después de observar, sigue la fase olfativa, la cual consta de 3 etapas:
4. El gusto. Antes de llegar a esta etapa toma en cuenta que la temperatura correcta para una buena degustación debe permanecer entre los 10°C A 14°C para el vino blanco, nunca frío. Mientras que para el vino tinto hay que mantenerla entre los 15°C a 18°C y jamás al tiempo.
Una vez que ya está en el temple correcto, primero se identifican cuatro sabores: salado, dulce, ácido y amargo. Donde, un buen vino logra equilibrar estos cuatro.
Luego se combina el sentido del gusto con el tacto de la lengua para identificar la textura, en la cual si se distingue suavidad o untuosidad será algo positivo, mientras que la astringencia y rugosidad representarán una sensación negativa.
El tercer paso es prestar atención a la vía retronasal, al beber el vino se expulsa el aire por la nariz para detectar si continúa teniendo las mismas sensaciones y con esto se trata de una bebida de larga retronasal.
Por último, se identifica el sabor final que dejó el vino, el cual puede ser ácido, tánico, etc. Asimismo hay que analizar la longitud de esta sensación, si dura menos de dos segundos será un vino corto o muy largo si se extiende a nueve o doce segundos, también puede clasificarse como mediano o largo.
Para aprender más de este tema, te recomendamos investigar sobre la clasificación de los vinos, ya que esto te servirá para identificar algunas diferencias y características entre estas bebidas.
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